martes, 28 de enero de 2014

Taller «Cours de Linguistique Generale: ¿un evangelio apócrifo?»

El taller «El Cours de Linguistique Générale (CLG) de Ferdinand de Saussure: ¿Un Evangelio Apócrifo?», que se desarrollará los días 20 y 21 de febrero de 2014, es organizado por la Cátedra UNESCO para el Mejoramiento de la Calidad de la Enseñanza de la Lectura y la Escritura en América Latina (Sede Perú), que funciona en la Universidad Ricardo Palma, y, cuenta con el apoyo del Instituto Raúl Porras Barrenechea de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Expositores
—Jonathan Soto: «Semblanza de Saussure»
—Igor Arréstegui: «Recepción y transmisión del CLG en la lingüística europea», «Recepción y transmisión del CLG en la lingüística de habla inglesa», «Hacia una lingüística del discurso desde Saussure» y «Lectura, apropiaciones y malentendidos de Chomsky sobre el CLG»
—Luis Miranda: «Unde exoriar?» y «Las Dualidades saussureanas»

Días y horario: jueves 20 de 15 a 19 horas y viernes 21 de 11 a 19 horas
Local: Auditorio del Instituto Raúl Porras Barrenechea de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Calle Colina 398, Miraflores)
Se entregará certificados de asistencia a quienes lo soliciten.

LA ENTRADA ES LIBRE

El «Curso de Lingüística General» (1916) de Ferdinand de Saussure es seguramente el texto más conocido y reconocido en el ámbito de la lingüística y disciplinas afines. Como se sabe este libro no fue escrito por Saussure sino por dos de sus discípulos: Charles Bally y Alberto Sechehaye con la ayuda de Albert Riedlinger. Los apuntes de Riedlinger y otros alumnos que asistieron a los tres últimos cursos que dictó Saussure en la universidad de su ciudad natal sirvieron de base al CLG.
Sin embargo, años después fueron apareciendo manuscritos de alumnos que no habían sido tomados en cuenta para redactar el CLG y también del propio Saussure, que ponían en cuestión la versión de Bally y Sechehaye. Pero el descubrimiento más importante ocurrió en 1996  cuando en el invernadero de la mansión ginebrina de la familia de Saussure se halló un conjunto de manuscritos, que todo indica evidencian entre otras cuestiones, las versiones que señalaban que Saussure había redactado los esbozos coherentes de un libro de lingüística general (de SAUSSURE: 2002). Este conjunto de textos presenta diferencias esenciales y parciales con la versión que Bally y Sechehaye) nos habían mostrado en el CLG. En este taller intentamos presentar un panorama de esta situación, que ha provocado lo que se ha llamado «el retorno a Saussure».

domingo, 20 de octubre de 2013

Mario Vargas Llosa instó a "cuidar y defender" la lengua española

Mario Vargas Llosa instó a

Mario Vargas Llosa en el VI Congreso Internacional de la Lengua Española de Panamá. (Foto: AP)
Panamá (EFE). El escritor peruano Mario Vargas Llosa, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2010, destacó hoy en Panamá que el idioma español se fortalece y expande cada día, pero no se debe descuidar ni dejar de defender.
En la sesión inaugural del VI Congreso Internacional de la Lengua Española, en presencia del Príncipe de Asturias y el presidente panameño,Ricardo Martinelli, Vargas Llosa aseguró que el español “sigue creciendo, rebasando fronteras y ocupando con una fuerza natural cabezas de playa en muchos otros países”.
El Congreso, bajo el lema “El español en el libro: del Atlántico al Mar del Sur”, reunirá hasta el miércoles en un centro de convenciones de la capital panameña a escritores, profesores y académicos, incluidos los directores del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, y de la Real Academia Española (RAE), José Manuel Blecua, quienes también participaron en la inauguración.
DEFENDER Y CUIDAR LA LENGUA ESPAÑOLA

El narrador peruano, que acaba de publicar la novela “El héroe discreto”, dijo que el avance permanente del español demuestra el “dinamismo, utilidad y fecundidad” de esta lengua.

De acuerdo con el autor de “Conversación en la catedral”, tener una lengua de estas características “implica también una obligación.
Vargas Llosa indicó que esto es así “porque las lenguas, como la vocación, como la amistad, como el amor, esas grandes experiencias humanas,necesita ser cuidada y respetada para durar, crecer y mejorar”.
En ese sentido, afirmó, “necesitamos defender y cuidar nuestra lengua, no cerrándola, desde luego, a las influencias extranjeras”.
DINAMISMO DE LA MODERNIDAD

Añadió que es importante el esfuerzo por mantener su cohesión y “al mismo tiempo que dinamizando su modernidad y actualidad, respetando esa riquísima, esa maravillosa tradición que la ha constituido”.

En este camino están grandes escritores “que tienden puentes entre todos los hispanohablantes del mundo”, destacó Vargas Llosa. “Esos grandes artistas y escritores (son los) que con su palabra han mantenido la unidad y fecundidad de nuestro idioma”, subrayó el novelista peruano.
Agregó, por otro lado, que entre las maneras de querer, respetar y enriquecer el idioma español, impidiéndole que se empobrezca y se degrade, están actividades como el Congreso de la Lengua Española.
“El libro entre el Atlántico y el Pacífico”; “La industria del libro”; “Libro, lectura y educación”, y “El libro entre la creación y la comunicación” son las secciones en las que girarán los debates del Congreso sobre derechos de autor y propiedad intelectual, la era digital, el papel del blog y la crítica literaria.
Vargas Llosa, quien estuvo acompañado en el acto inaugural por los escritores Sergio Ramírez, de Nicaragua, y Juan David Morgan, de Panamá, presentará en el marco del Congreso de la Lengua su última novela, “El héroe discreto”, en un coloquio con la escritora española Rosa Montero.

Lara reseña el Diccionario de Americanismos

Por Luis Fernando Lara*, publicado en Panace@

El Diccionario de americanismos, dirigido por Humberto López Morales, se publicó en Lima en 2010. Obedece a un antiguo deseo de las academias de la lengua de contar con un diccionario diferencial de lo que conciben como vocabulario característico del «español de América», por contraposición al español de la Península, considerado «español general». En su preparación intervinieron muchas personas: los académicos de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) y un equipo de redacción situado en Madrid, compuesto por cerca de treinta lexicógrafos, aparte de su grupo de tecnología informática. 

Para todo lector un diccionario sirve, ante todo, para facilitar la comprensión de voces que desconoce o cuyo significado, al menos, le resulta oscuro. De ahí que tengan utilidad obras en las que se ofrece una glosa aproximada del significado o una breve definición, siempre que el acervo de vocablos que contenga sea suficientemente amplio. El Diccionario de americanismos cumple con esta necesidad de sus lectores en la medida en que logra reunir cerca de 55 000 artículos correspondientes a palabras registradas, primero, en el acervo histórico de la Real Academia Española —28 000, según afirma su introducción—; después, en «casi 150 diccionarios de americanismos —generales y nacionales— publicados desde 1975 a la fecha» y otros más todavía inéditos, y también ofreciendo pequeños textos definitorios que ayudan a la comprensión de los significados.

Hace por lo menos medio siglo que varios filólogos y ling¨istas hemos venido poniendo en cuestión el sentido de una obra de esta clase. Cuestionamos el planteamiento diferencial que lo sustenta, en cuanto supone que el vocabulario del «español general» corresponde, en su mayor parte, al peninsular, y dentro de éste, al que los diccionarios de la Academia Española han venido reuniendo desde hace tres siglos, en tanto que los americanismos —como también los andalucismos, murcianismos, canarismos, etc.— solo pueden constituir un vocabulario periférico, todavía marcado en muchos lugares de España e Hispanoamérica como proclive al barbarismo y siempre objeto de necesaria corrección. Si cuando se elaboró el Diccionario de autoridades no se hacía diferencia entre el vocabulario utilizado en América por peninsulares aclimatados en América, criollos y mestizos, y el utilizado por españoles en la Península, la concepción colonialista que introdujeron los borbones desde Francia, el correspondiente centralismo de Madrid y la extrema dificultad española —que persiste en gran parte de su público— para hacerse cargo de la extensión del ámbito americano y conocer su variedad cultural fueron perfilando una clara ideología, según la cual la metrópoli colonial se distingue de su periferia, tanto peninsular como americana, y, en consecuencia, las variedades del español en América solo pueden tomarse en cuenta por su particularismo, su pintoresquismo o su exotismo.

De ahí que el «español general» preconizado por la Academia Española y sus satélites americanas no sea otra cosa que la manifestación de esa ideología. No se podrá hablar, objetiva y documentadamente, de un «español general» mientras no haya estudios descriptivos profundos de la realidad de la lengua española en los veinte países que la tienen como lengua nacional, estudios que las Academias no se han planteado llevar a cabo y cuya necesidad ni siquiera parecen reconocer; mientras tales estudios no existan, no se puede proceder a una comparación entre todas las variedades —incluidas, por supuesto, las de España— que permitan deslindar un «español general» o «común» o «internacional», respecto del cual se reconozcan los particularismos de cada dialecto, incluidos, por supuesto, los españolismos, que claramente existen, y aquellos cuya difusión pueda realmente ser atribuida a toda América o a amplias regiones históricas americanas, que sería el caso de los americanismos.

López Morales dio a conocer en el opúsculo Diccionario académico de americanismos la «Presentación y planta del proyecto». En ella define el Diccionario de americanismos (DA) como un «diccionario dialectal —del español deAmérica [el subrayado es mío]— y diferencial con respecto al español de España» (p. 70); de él se excluyen «términos que, aunque nacidos en América, se usen habitualmente en el español europeo (chocolate, canoa, tomate, etc.)».

El DA se presenta también como un diccionario descriptivo, en el sentido de no ser normativo. La Academia Española, en efecto, ha venido derivando de su normativismo histórico a un descriptivismo —acerca de cuyas características no parece haber reflexionado— que causa bastante confusión en una comunidad hispánica malacostumbrada al dictado académico.

Como sucede con todos los diccionarios de la Real Academia, sus datos no son fruto de investigaciones amplias y rigurosas del léxico hispánico; si se piensa que los 28.000 vocablos del acervo madrileño se han venido reuniendo desde hace trescientos años, y los que provengan de los «casi 150» diccionarios consultados tienen características muy heterogéneas en cuanto a extensión, planteamiento, calidad y actualidad, es imposible considerar que se trate, en efecto, de un diccionario descriptivo, independientemente de su utilidad.

Llama la atención el modo en que su anormativismo —que sería la designación más exacta, en vez de descriptivismo— se relaciona con una extraña concepción de lo usual, definido explícitamente en relación con la frecuencia de uso de los vocablos:

Este Diccionario es usual, por lo que recoge términos —sea cual sea su significado— con gran frecuencia de uso manejados en la actualidad; también otros cuya frecuencia de uso es baja, más los que han sido atestiguados como obsolescentes […] Sin embargo, la colecta […] ha tenido que ser selectiva, dado el espacio limitado del que se disponía (p. xxxii).

Es claro que «frecuencia de uso» tiene para el DA y su director dos significados: por un lado, en lo que se refiere a la nomenclatura —o lemario, como les gusta decir a los lexicógrafos españoles—, esta debe haberse compuesto mediante una selección de datos del acervo madrileño, los diccionarios de americanismos consultados y algunas opiniones de informantes selectos en cada país hispanoamericano, que definieron su «actualidad»; la inclusión de voces «obsolescentes» contradice también ese criterio de frecuencia; por el otro, en lo que se refiere al orden de las acepciones de cada palabra, según explica López Morales en la página 80 de la «Presentación y planta»:

«La frecuencia se medirá atendiendo a las cifras de hispanohablantes (no de habitantes)» de cada país americano; por la cual México, Colombia y Argentina definen lo más usual de las acepciones. Es decir, cualquier acepción de un vocablo, si se registra en México, aunque sea poco frecuente en este país, predominará sobre el resto de las acepciones de los vocablos. Una extraña multiplicación: una acepción poco frecuente en México, multiplicada por el número de sus hablantes, la vuelve más usual que cualquier acepción muy frecuente en Cuba o en El Salvador, por ejemplo. Además de que su criterio de la frecuencia es totalmente peregrino, los autores del DA no se han dado por enterados de la diferencia entre frecuencia y dispersión, un criterio elemental de la estadística ling¨ística: es más usual un vocablo muy usado en toda Cuba —mejor disperso—, que un vocablo apenas usado en alguna región de México —poco frecuente y mal disperso—. Sin embargo, cuando se trata de las marcas de uso regional o diatópico en cada artículo, se listan de norte a sur para «facilitar la observación de las correspondientes isoglosas léxicas»: desde los Estados Unidos de América hasta Argentina y Chile.

Así, el DA obedece a una caprichosa mezcla de objetivos y de criterios, disfrazada de razonamiento ling¨ístico riguroso. Si predominara el criterio legítimo de la frecuencia, la nomenclatura habría resultado muy diferente, y, cuando se trata de las acepciones de los vocablos, una agrupación por frecuencia da al traste con cualquier arreglo que permita facilitar el reconocimiento de isoglosas léxicas, pues todo orden basado en la mera frecuencia —y menos con esa idea de la frecuencia— da lugar a una extrema aleatoriedad en la comprensión de los significados. Así, por ejemplo, a danzón se le asigna como primera acepción una mexicana: «Música del danzón en compás de dos por cuatro y ritmo lento» (¡bonita circularidad de la definición!) y solo después aparece la cubana: «Baile popular parecido a la habanera»; como todos sabemos, el danzón nació en Cuba y de allí llegó a México, y basta con una buena definición del ritmo, la cadencia y la combinación de compases, unida a la nota de que es parecido a la habanera, para eliminar una acepción imprecisa y redundante, y permitir una isoglosa léxica con sentido, en vez de fragmentar el artículo en dos acepciones, ordenadas de norte a sur. Una isoglosa léxica, es decir, la línea que se puede trazar en un mapa uniendo las zonas en donde se utiliza un vocablo, no se puede restringir al significante de la palabra, sino que tiene que considerar su significado. La posible isoglosa de danzón parece corresponder a toda la cuenca del Caribe —al interior de México llegó por Yucatán— y es un fenómeno cultural más importante de lo que pueda señalar la coincidencia del significante.

Lo primero que llama la atención al abrir el diccionario es la gran cantidad de variantes, derivaciones morfológicas, significados diferentes y locuciones que enlista. Por ejemplo, a partir de arrollar, común en español, se encuentraarrollacalzones, arrollada, arrollado, arrollao. A partir de hablar, se registra hablachento, hablaculo, hablada, habladera, habladero, habladito, hablado, hablador, hablador,-a, hablaera, hablamierda, hablantín, hablantín, -a, hablantina, hablantino, -a, hablantinoso, -a, hablapaja, y 80 locuciones.

Esa riqueza de datos, aunque debe manejarse con una cartesiana duda metódica, hace del DA una obra necesaria en toda biblioteca especializada en el conocimiento de la lengua española, a pesar de sus defectos.

(feo, -a). Llama la atención el modo sistemático en que los nombres —sustantivos y adjetivos— dan lugar a entradas homónimas, en que se separa, por ejemplo, movida ymovido, -a. Al hacerlo, movida, como sustantivo exclusivamente femenino, se separa de movido, -a que puede ser sustantivo o adjetivo, masculino o femenino. Si se atiende al significado, las acepciones agrupadas bajo I de movida comienzan por un significado mexicano: «Estrategia o maniobra que se realiza para llevar a cabo algún asunto»; sigue «Negocio sucio o ilegal» y solo aparece como tercera acepción «Movimiento que se hace de una cosa» —que sería el significado principal si se considerara una agrupación significativa de las acepciones—, porque se registró en Nicaragua —esta acepción es común en el español y, en consecuencia, tendrían que haberla dejado fuera del diccionario—. Luego aparece una acepción II: «Cita o romance secreto» y en III vuelve «Acción ilegal o inmoral», que debería formar parte de I. La acepción I.1 de movido, -a «Amante, persona con la que alguien tiene relaciones ilícitas o clandestinas» debiera haber formado parte de las acepciones de movida, y no corresponde al resto de las acepciones listadas bajo esta entrada, también dignas de consideración a partir del significado de mover. ¿No habría sido más correcto, semánticamente hablando, hacer un solo artículo movido, -a y englobarlas todas? En particular, la acepción I.1 de movido, -a atribuida a México hace suponer que un amante masculino es un movido, lo cual es falso. Este tipo de organización homonímica produce extrañamiento y muchas dudas: hablador en Costa Rica se glosa como «Habladera, palabrería»; hablador, -ra, como «Mentiroso», se registra entre otros países, también en Costa Rica. No se ve cuál habrá sido el criterio para dividir en dos homónimos.

Las acepciones se agrupan con números romanos, para mostrar la cercanía de sus significados, aunque el criterio de frecuencia los desorganice, y después con arábigos, para separarlas una por una. Cuando solo hay una acepción, parece inútil asignarle un número, lo cual consume espacio y da a la página un abigarramiento innecesario. No hay ejemplos, lo cual es un grave defecto de este diccionario, pues si ya es difícil imaginar en qué condiciones semánticas se pronuncian o se escriben los vocablos, dadas las grandes diferencias dialectales del mundo hispánico, al no haber ejemplos, el interés por comprender adecuadamente los significados de los vocablos y sus usos se ve completamente contrariado.

Para ilustrar el valor del DA haré una somera comparación entre lo que registra este diccionario y lo que registra elDiccionario de argentinismos, coordinado por Claudio Chuchuy para la colección del Nuevo diccionario de americanismos, dirigida por G¨nther Haensch y Reinhold Werner desde Augsburgo, al comienzo en colaboración con el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, pero posteriormente adoptada por la Editorial Gredos de Madrid comoDiccionarios contrastivos del español de América, cambiándoles el nombre y falseando el título, pues ahora elDiccionario de argentinismos (DArg) se nombra equívocamente Diccionario del español de Argentina (2000), a pesar de que no se trata de un diccionario integral del español de Argentina, como lo es el publicado por la editorial Voz Activa de Buenos Aires en 2008.

No hay duda de que han tomado en cuenta el DArg, aunque a veces sin consideración de los registros que ofrece y generalmente abreviando la información; así por ejemplo, en relajar, el significado «Causarle empalago a alguien un alimento o una bebida» no lo registra el DA en Argentina, aunque sí en Bolivia, si es que «Producir hartazgo un alimento o una bebida» es solo una formulación diferente del mismo significado; el significado argentino de «Hacer objeto a alguien de bromas o burla» (acepción II) tampoco aparece, aunque lo registra en Uruguay «Insultar, criticar o reprender duramente a alguien». No encuentro la razón para que, si elDArg ofrece una documentación, generalmente mucho más detallada en cuanto a registros dialectales y de nivel de lengua, no se integre al DA. Las diferencias en las definiciones de los significados pueden obedecer a interpretaciones diferentes de los lexicógrafos de ambos diccionarios. ¿Se puede pensar que, cuando el DA modifica su definición, lleva implícita una revisión crítica de la definición del DArg? Ensuri refiere a ñandú, en ñandú la descripción se abrevia —la paradoja del orden de países en el artículo lexicográfico: en México, los únicos ñandús que se conocen están en el zoológico o los vemos en algún documental; sin embargo, la marca Mx preside la definición—; luego agrega «Ar.no "hombre cubierto de plumas y colgantes que en las fiestas religiosas danza ante las imágenes en las procesiones"», e igualmente «Que no tiene dinero», acepciones que no registra el DArg; en cambio, el DA no registra el juego infantil «¿Suri me quieres comer?», ni hacer el suri, hacerse el suri. En el artículo de cachulero define «Cosa ordinaria, de mal gusto» y «Persona tosca o poco refinada» pero el DArg es más detallado: «Persona de extracción social humilde, especialmente la que es tosca y tiene poca cultura», y «Una prenda de vestir o un adorno, que revela mal gusto». En cambio, el DA no da aig¨é, que registra el DArg, aunque sí ofrece achinado cachi, que aparecen como voces afines acachulero en el DArg.

En relación con los supuestos mexicanismos, para los cuales la mejor obra de referencia sigue siendo el Diccionario de mexicanismos de Francisco J. Santamaría (Porrúa, 1959), llama la atención que registre cabete «Cordón del zapato» en Puerto Rico y no en México, aunque lo incluya elDiccionario de mexicanismos (DM) de la Academia Mexicana (2010). En machincuepa ofrece «Voltereta, pirueta, maroma», un racimo de seudosinónimos, como lo hace el DM. Es una lástima que abrevie la definición dechipotle del DM que, aunque vaga: «Variedad de chile picante, de color rojo ladrillo, que se usa una vez secado con humo», es mejor que la del DA, tan vaga hasta volverla inútil: «Variedad de chile».

Entre la multitud de variantes que ofrece el DA destacan las formadas por variantes gráficas, por ejemplo: g¨ilo, huilo«Tullido» en México y Nicaragua; cuitlacoche, huitlacoche, g¨itlacoche en México; huille, huilli en Chile; pero muchas otras son variantes festivas de vocablos, cuyo cuño social estable da lugar a dudas. Por ejemplo, registra estuche en Centroamérica como «Ataúd» y aunque señala que es popular, culto, espontáneo y festivo, lleva a uno a preguntarse si se entendería fuera de contextos festivos muy localizados; en cabús, después de su significado mexicano de «último vagón de un tren de carga para uso de los tripulantes», asienta como metafórico un significado de «Hijo nacido tardíamente»; aquí se trata de un juego espontáneo, del cual no hay constancia de frecuencia de uso, que permita asignar ese significado al vocablo; lo mismo causa dudas estoque,que remite a estocada como «Mal aliento» en El Salvador; en Puerto Rico ¿se dirá estufa normalmente a un automóvil sin aire acondicionado? Jocho como «Hot dog» es una forma desconocida en México, aunque se haya podido decir alguna vez. Toma del DM la entrada dodge, para introducir una locución en dodge patas «A pie», que evidentemente no es una acepción de un vocablo *dodge ¡señalado como marca registrada! El DM ha seguido este procedimiento de manera irracional, y el DA lo sigue (¿o fue al revés?). En otras palabras, su afán de atenerse a lo que hayan registrado sus fuentes, sin ponerlas en tela de juicio, puede haber dado lugar a una verdadera inflación de formas y acepciones cuyo lugar más bien correspondería a estudios acerca de los juegos verbales en el mundo hispánico, en vez de darles cuño social en un diccionario.

El DA requiere una revisión crítica seria, rigurosa y con conocimiento de los métodos y los procedimientos de la lexicografía contemporánea; para los especialistas es una importante fuente de datos; para los lexicógrafos dedicados a elaborar diccionarios biling¨es y los traductores a lenguas extranjeras, una obra riesgosa, pues puede inducirlos a atribuir correspondencias entre el español y las otras lenguas que no tienen sustento desde el punto de vista del cuño social de los vocablos registrados; para el público en general, una obra que sorprende por la acumulación de información que ofrece, pero que puede llevarlo a cometer errores de contexto y de cultura, si lo utiliza para dirigirse a hablantes de otros dialectos. 

José Luis Moure no cree que el español corra peligro (Argentina)





Revista Ñ

Es el nuevo presidente de la Academia Argentina de Letras (AAL), una institución que nació en 1931 “asociada” a la Real Academia Española, pero que a fines del siglo pasado cambió su estatus a “correspondiente”. José Luis Moure, –de él se trata– no pierde las formas pero tampoco es amigo de la corrección política. “El carácter de correspondiente parecería colocar a la academia (argentina) en situación de mayor dependencia de la que tenía. Explícitamente nadie admite tal cosa, pero entonces ¿por qué se cambió la calificación? No tengo una respuesta clara para eso”, asegura en su despacho de la calle Bustamante, en la sede de la AAL.

—¿Son asimétricas la RAE y el resto de las academias americanas?
En la corporación española ha habido un cambio en el sentido de admitir públicamente que todas las academias americanas de la lengua están con ella en un plano de igualdad. Objetivamente, me parece que los hechos no son así. La circunstancia histórica de que la Real Academia Española tenga trescientos años explica algo de esto.

—Usted ha manifestado dificultad para incorporar argentinismos al diccionario de la RAE
—Se incorporan muy pocos y no encuentro razones para que no se incorporen todos, con la debida indicación del registro y el alcance a que corresponden. Si estamos hablando de un diccionario total empleado por la veintena de naciones que hablamos ese idioma, todo debería estar allí. Eso llevaría a un diccionario de proporciones gigantescas, porque lo mismo que uno puede pedir para la Argentina, lo podría reclamar cualquiera de los otros países, con lo cual construiríamos un diccionario que por su volumen resultaría casi inmanejable. Pero honestamente, me parece una inconsecuencia que la RAE seleccione nuestro vocabulario y incluya en el Diccionario regionalismos peninsulares minúsculos y deje fuera términos empleados por millones de hablantes. Se trata de una discriminación que no está claramente explicada.

—En lo personal, ¿qué fantasmas lo preocupan con respecto al idioma?
—Absolutamente ninguno. Si un organismo vivo (como es la lengua), de acuerdo a lo que dice el propio Instituto Cervantes, está llegando a los quinientos millones de hablantes nativos ¿de qué temor estamos hablando? Se habla también de la defensa del idioma, lo que me parece una contradicción difícilmente zanjable. ¿Cómo se puede hablar de la defensa de un idioma que tiene quinientos millones de hablantes? Yo nunca he oído ese tipo de alarmas referido a un idioma como el inglés, que se habla en todo el mundo, en todas las variedades y registro, y que no tiene ninguna academia ni centro rector; y nunca he oído hablar de que corra peligro. Yo creo que ese sí es un fantasma inducido, con el propósito de que se puedan llevar adelante ciertos planes de unificación del idioma, que considero absolutamente ajenos a la lingüística.

—Esa es la política panhispánica: ¿a usted no le parece practicable?
—No soy enemigo del panhispanismo, simplemente creo que es una campaña que no va a ninguna parte. Tengo la impresión de que se va a ir debilitando, porque no tiene qué cosa construir. Los hablantes en nuestros países van a seguir hablando sus modalidades y en la medida en que sean conscientes y deseen pertenecer a un mundo cultural común, lo que llamamos mundo hispanoamericano, la lengua va a tener la unidad que tuvo siempre. Cualquiera de nosotros tiene idea de que está hablando castellano, no lo pone en duda. Si hubiese algún peligro, se hablaría de esto hasta con un cierto temor. 

La Asociación de Academias de la Lengua Española es una ficción

La Asociación de Academias de la Lengua Española: una institución ficticia


Ricardo SocaRevista Ñ 


La Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale) no es sino un departamento de la Real Academia Española, por cuya iniciativa y a cuya imagen y semejanza fue creada. Por la distribución notoriamente asimétrica del poder entre el socio mayor y el resto de sus miembros, determinada estatutariamente, Asale es una entidad ficticia, que funciona bajo la batuta de su artífice y rectora. 

Como veremos en las siguientes líneas, la asociación actúa bajo un férreo control de Madrid, sirviendo así, por esta vía, a los intereses comerciales y diplomáticos del reino de España, legítimos sin duda, pero que no necesariamente habrán de coincidir con los de los otros veintiún países representados por las academias «hermanas». 

La idea de crear sucursales en América fue concebida en el siglo XIX en Madrid. Se trataría de academias «correspondientes» que funcionarían bajo la égida de la «docta casa», con el fin de rescatar algo del imperio colonial perdido que ya no se podía reconquistar por las armas. El académico Zamora Vicente1 lo explicó con sorprendente transparencia al narrar hechos de la segunda mitad del siglo XIX: 

 [...] la Academia acuerda crear Academias de la lengua castellana o española, como correspondientes suyas y a su imagen organizadas. Con tal relación, la Academia Española se propone realizar fácilmente lo que para las armas y la diplomacia ya es imposible hacer: reanudar los vínculos violentamente rotos [...]. (subrayado mío).

A lo largo de los años, la iniciativa madrileña fue rindiendo sus frutos y «la Academia Española se dispuso, impaciente, a ver el resultado de sus normas y consejos», relata Zamora. Por todas partes surgían academias correspondientes, algunas de ellas, llevadas de la mano por Madrid; otras, como la argentina y la uruguaya, por iniciativa de sus respectivos gobiernos y con carácter de «asociadas», que no de «correspondientes». 

En 1951, se creó la Asale, con unos estatutos en los que se admitía sin ambages su carácter de entidad subordinada: 
 Art. 2. Las Academias correspondientes de la Real Academia Española reconocen que esta es, por derecho propio, la llamada a dirigir esta labor colectiva de defensa y promoción del idioma castellano.

No se explica cuál sería la fuente de ese «derecho propio» ni de qué molinos de viento debería ser «defendido» el idioma castellano; se pretende que tales afirmaciones sean aceptadas a priori, sin necesidad ni posibilidad de discusión, tal como se aceptan las leyes naturales o las creencias religiosas. 

Entre las metas estatutarias de esta dispar asociación, figuraba en 1951 la muy subordinada de «colaborar con la Real Academia Española, según las instrucciones de esta, en la redacción de Gramática y Diccionario y especialmente en la recolección de los regionalismos de su respectiva área lingüística». 

Debido a la falta de entusiasmo del gobierno español y a la escasez de recursos, este esfuerzo por el control lingüístico de las antiguas colonias avanzó con lentitud hasta los años noventa, cuando se presentó una nueva realidad: la globalización de la economía ofreció a España la posibilidad de explotar con sus empresas un suculento mercado de 430 millones de hispanohablantes. Nada mejor para ello que aprovechar y reforzar la tradicional influencia cultural y de autoridad lingüística de la RAE a fin de abrir el camino a las multinacionales con sede en la Península. Con este propósito, la vieja ideología nacionalista fue reformulada mediante la promoción del discurso llamado «panhispánico», que nació arropado con ideologemas apropiados a las nuevas necesidades del reino: el español como «lengua total», «lengua de encuentro», «activo estratégico» y «lengua mestiza» Del Valle (2007:10)2

Al comienzo de la última década del siglo pasado, la alicaída Asale fue reflotada para servir como estandarte del panhispanismo y en 1997 se inauguró con fanfarria el I Congreso Internacional de la Lengua Española, como expresión institucional del nuevo papel de la Academia y sus «hermanas». 

En 2007 se aprueban en Medellín nuevos estatutos de Asale en los que se consolida el poder omnímodo de la casa tricentenaria. En efecto, en ellos se establece sin tapujos que el «presidente nato» de la Asociación de Academias será siempre el director de la Real Academia Española (art. 15) y su tesorero, un miembro de número de la institución madrileña, nombrado por la Junta de Gobierno y ratificado por el plenario de esa corporación (art. 17). 

Como consuelo, el secretario general de la asociación, cuyas tareas son colaborar con el presidente, llevar las actas, cuidar los archivos y figurar como presentador de Asale, puede ser un miembro de cualquier academia excepto la española (art. 16). 

El desbalance de poder en el seno de Asale queda aun más claramente de manifiesto en la composición y funcionamiento de su órgano rector, la Comisión Permanente, que en la práctica funciona la mayor parte del tiempo en Madrid con su presidente, su secretario general y su tesorero, es decir con tres miembros, dos de los cuales serán siempre de la RAE (art. 23).3 

Además del férreo control establecido en los estatutos, la Academia Española impone la presencia del rey de España en todos sus Congresos como símbolo solemne de su poder incontestable. En un ritual que contradice la tradición republicana de las excolonias, el monarca español es quien pronuncia el discurso de apertura y preside cada Congreso, junto con el primer mandatario del país anfitrión. La intención que está por detrás de esta liturgia dieciochesca es la misma que dio lugar en el siglo XIX al hispanoamericanismo: fortalecer la noción de que «la cultura hispánica posee una jerarquía interna en la que España ocupa una posición hegemónica»4 

De hecho, el Ministerio de Asuntos Exteriores de ese país es el depositario de los convenios firmados por los países miembros de Asale, tales como el Acuerdo de Cartagena de Indias de 1960. La cancillería española es también la que se encarga, como cabeza de una supuesta mancomunidad de naciones, de notificar estos convenios y acuerdos de las academias de los veintidós países ante la Secretaría General de las Naciones Unidas. 

El papel abrumadoramente dominante del socio español queda de manifiesto también en las obras académicas, cuya autoría es atribuida a la RAE y a la Asale conjuntamente, como si la primera no formara parte de la segunda. El papel de primus —aunque no inter pares— de la corporación madrileña se hace evidente asimismo en los prólogos de las obras académicas, en los que son habituales menciones como «la Real Academia Española y las demás academias hermanas...». 

Hay una única obra cuya autoría se atribuye exclusivamente a Asale: el Diccionario de americanismos (DA, 2010), concebido en Madrid hacia fines del siglo XIX, y cuya concepción expone de manera diáfana la ideología nacionalista que está por detrás del proyecto. En efecto, si la lengua española se define como pluricéntrica, cabe preguntarse cuál sería la justificación de un diccionario de tal naturaleza, cuya realización supone la existencia de una única variedad americana, presentada en los hechos como de rango inferior, subordinada a un supuesto «español general». 

Por más que se adjudique a Asale la autoría de la obra, en el prólogo se admite que las decisiones finales sobre la macroestructura se adoptaron en Madrid, donde se suprimieron algunas entradas enviadas por las academias americanas en los casos en que estas «proponían inadvertidamente la introducción de lemas que correspondían al español general». 

El domicilio oficial de Asale, según sus propios estatutos, es en la calle Felipe IV No 4 de Madrid, el mismo de la Real Academia Española. 

La presencia de la organización en la internet también es meramente ficcional: está enteramente en manos de la Real Academia. Está albergada en el servidor rae.es y tiene su dominio (nombre en la internet) asale.org registrado a nombre del funcionario de la RAE Octavio Pinillos, con correo electrónico pinillos@rae.es. Como administradora de este dominio figura la gerente de la Academia Española, Montserrat Sendagorta Gomendio, según datos públicosdisponibles en la red mundial. 

Conclusión 
La Asociación de Academias es una entidad de mentirijillas, creada para justificar la supervivencia de una supuesta mancomunidad poscolonial basada principalmente en la lengua española y orientada de acuerdo con los intereses geopolíticos de la antigua potencia colonial. Se busca así captar el vasto mercado de los países de habla española, así como el de potencias de caudalosa inmigración, como Estados Unidos, o de fuerte peso regional, como Brasil. 

Por la distribución del poder en el seno de la Asociación de Academias —fuertemente concentrado en la casa madrileñ, de cuyo vientre fue parida;a— por su historia, por su funcionamiento y por sus estatutos, se puede concluir que la Asale funciona como un departamento de la RAE, actuando de acuerdo con las intenciones y los intereses de esta que, en última instancia, son los del Estado español. 

jueves, 17 de octubre de 2013

Hoy conferencia: "Las universidades digitales"

Conferencia
Las universidades digitales 
A cargo del Dr. Mirko Tavosanis
Universidad de Pisa 
Hora: 3:00 p.m. 
Lugar: auditorio "AlfredoTorero" 
(segundo piso de la Facultad de Letras de la UNMSM) 
Entrada libre