Las iniciativas de protección a ciertos grupos son normalmente una respuesta a una situación de peligro, discriminación o amenaza. Si las relaciones de género nunca hubieran sido inequitativas y ser hombre o mujer no importara para nada más que para asuntos biológicos, entonces no existirían institutos de protección a la mujer. A diferencia de las asociaciones que agrupan a personas con intereses en común o con el propósito de potenciar sus capacidades, los institutos, asociaciones y entidades que protegen a cierto sector de la población surgen siempre ante una situación de injusticia, discriminación o ataque frontal. Idealmente, estas iniciativas dejaran de existir el día utópico en el cual la situación de desventaja haya desaparecido de la sociedad. No existe, por ejemplo, ningún instituto que proteja a las personas entre 30 y 40 años pues, tener este rasgo no presupone ninguna desventaja ni principio de discriminación. No existen institutos que protejan a las personas de cierto color de cabello o de ojos. Por el contrario, todavía hay muchos sectores desprotegidos o discriminados que aún no cuentan con organismos que trabajen para eliminar las desventajas asociadas.
En cuanto a las lenguas y a los pueblos originarios, la existencia de institutos especiales es un síntoma que avisa sobre la situación de estos pueblos dentro del estado mexicano. Entre ellas, destacan el Instituto Nacional Indigenista creado en 1941 (Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas desde 2003) y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas creado en 2005. Una de las características principales de estas instituciones es que trabajan el desarrollo de los pueblos y las lenguas originarias solo con la población indígena. Me pregunto cuáles serían las consecuencias de que, en vez de fundar un Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, tuviéramos un Instituto Nacional de la Diversidad Lingüística, me imagino que se podrían enfocar más acciones a la población que tiene como lengua materna el español en aras de sensibilizarla sobre la existencia de otras lenguas igual de valiosas en el territorio nacional, lenguas que podrían aprender y disfrutar.
Me imagino que este hipotético Instituto Nacional de la Diversidad Lingüística trabajaría con otras lenguas minoritarias aunque no fueran indígenas: lenguas como el romaní (lengua de los gitanos), el véneto (hablada en Chipilo, Puebla) y el plautdiestch (hablada por la población menonita). Por otra parte, también podrían combatirse los prejuicios y la discriminación lingüística entre las distintas variedades del español. Si la idea es que todas las lenguas poseen el mismo valor, entonces sería mejor crear una institución que agrupara a todas las familias lingüísticas y las pusiera al mismo nivel, después de todo las lenguas indígenas pertenecen a familias tan distintas entre sí como el español del chino; sería mejor una institución que trabajara por construir un país multilingüe y en ese sentido, todos los mexicanos estamos involucrados, sobre todo la mayoría monolingüe que habla español. Retomando el paralelismo, sería como tener un Instituto de Equidad de Género en vez de un Instituto de la Mujer, dado que para construir la equidad tanto mujeres como hombres están igual de involucrados.
Algo similar sucede con los premios de literatura en lenguas indígenas. Entiendo que la atención que se ha puesto en la producción literaria de escritores indígenas es casi nula comparada con la producción en español, sin embargo, crear un solo premio para lenguas tan distintas entre sí puede implicar que todas ellas poseen mecanismos semejantes para ejercer la función poética versus el español. No creo que el yaqui posea las mismas estrategias poéticas que el ayuujk solo por ser lenguas indígenas aunque una pertenezca a la familia yuto-azteca y otra a la mixe-zoque. Tendría más sentido tener un premio nacional de literatura (o de poesía o de cuento o de novela o de ensayo) que recibiera trabajos en distintas lenguas mexicanas incluyendo el español, solo así podría ser realmente nacional. La otra opción podría ser tener premios de literatura específicos, un premio para las lenguas zapotecas, otro para las mixtecas y otro para las nahuas pues es posible defender que comparten mecanismos poéticos similares siendo lenguas emparentadas. Un premio de literatura exclusivo para las lenguas indígenas refuerza la idea de que son homogéneas y oculta la increíble diversidad que existe. Los dos rasgos que las lenguas indígenas tienen en común es que son lenguas que se hablaban en el territorio que hoy llamamos México antes de la llegada de Cortés y que han sido discriminadas por largo tiempo. Ninguno de estos dos rasgos son lingüísticos y no hay nada más que sea común a todas.
Otros premios como el de la juventud indígena en contraposición al premio de la juventud “en general” me hace pensar que los jóvenes indígenas necesitan de una categoría especial y no pueden competir en cuanto a méritos y a esfuerzos con los demás jóvenes del país.
Es verdad que la categoría “indígena” para personas y lenguas es útil en muchas ocasiones, sobre todo cuando se habla de las luchas reivindicativas, del reconocimiento del estado y de la compleja relación que la cultura occidental establece con los pueblos originarios; sin embargo, en otros momentos y lugares, distinguir entre lo indígena y lo no indígena obstaculiza claramente la construcción de una sociedad intercultural. Hay casos en los que tal distinción excluye y segrega. Lo deseable sería que la diversidad de las naciones y culturas se reflejara en cada hecho, acción o institución, lo deseable sería que esta diversidad empapara todos los niveles y los discursos, todos los programas y todos los premios, lo ideal sería que lo diverso fuera siempre transverso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario