Lingüistas de Estados Unidos registran las voces de los últimos hablantes de ocho lenguas en peligro de extinción.
El lingüista David Harrison trabaja con habitantes de una aldea de Papúa Nueva Guinea para documentar el idioma matukar.- Chris Rainier/National Geographic |
Fue un choque de civilizaciones brutal. Un día de 2011, sentada en el suelo en una aldea remota de Papúa Nueva Guinea, una estudiante de EEUU le preguntó a Kadagoi Rawad, una cincuentona local: "¿Cómo se dice eyaculación en tu idioma?". "Utin tain", susurró Rawad, una de los últimos 600 hablantes de matukar, una vieja lengua de Oceanía que ya sólo se habla en dos aldeas y pronto desaparecerá de la faz de la Tierra, sepultada por el inglés. La joven, Danielle Barth, es una estudiante de Lingüística en la Universidad de Oregón. Durante dos años vivió largos periodos en la aldea. Partió cocos a machetazos y jugó con los niños de la familia Rawad. Cuando se ganó su confianza, le puso un micrófono en la boca y se puso a grabar sin parar. Durante siglos, los jóvenes de la región se decían al oído "ngau ilo uyanaba ngau ngangalayombawai" (literalmente, "seré feliz, me gustaría casarme contigo"). Ahora se conforman con "I love you".
El matukar es una lengua en gravísimo peligro de extinción. Jamás se había grabado ni escrito. Cuando desaparezca, con ella morirá la memoria de una cultura única, grabada en sus palabras.
Para evitarlo, Barth y sus colegas, del Instituto de Lenguas Vivas para los Idiomas en Peligro, con sede en Oregón (EEUU), llevan dos años entrevistando a los últimos hablantes de matukar. La lengua probablemente perecerá, pero ahí seguirán las grabaciones, como los huesos de un diplodocus que sirven para saber cómo fue el animal.
El matukar no es una excepción. Los 7.000 millones de personas que viven en la Tierra hablan unas 7.000 lenguas. La mitad se esfumarán durante el siglo XXI, víctimas de la globalización y de la represión de algunos gobiernos. Es un auténtico lingüicidio. Se calcula que cada 14 días desa-parece una lengua. Grabarlas antes de que sucumban es como disecar al último lince ibérico y guardar muestras de su ADN.
Los principales taxidermistas de idiomas son los científicos del proyecto Voces Imperecederas, de la National Geographic Society y del Instituto de Lenguas Vivas para los Idiomas en Peligro. Ayer, estos rescatadores de lenguajes presentaron ocho audiodiccionarios de otros tantos idiomas moribundos. Han salvado del olvido absoluto unas 32.000 palabras. Además del matukar, los científicos han viajado al desierto del norte de Paraguay para registrar las voces de los 1.200 últimos hablantes de Chamacoco. También han documentado los idiomas remo, sora y ho de India, el tuvan de algunos pueblos nómadas de Siberia y Mongolia y las lenguas celtas.
El inglés y la viruela
Pero los científicos del Instituto no tienen que viajar muy lejos para ser testigos de un idioma que se desvanece. En el propio estado de Oregón perviven los últimos parlantes de siletz dee-ni, una lengua nativa de EEUU similar al navajo, de la que apenas queda un puñado de hablantes. Durante dos siglos, los colonos blancos, con sus disparos, su viruela y su inglés, han acabado con el siletz dee-ni. Ahora el audiodiccionario se utiliza en un colegio del pueblo de Siletz para enseñar esta lengua amerindia.
Gregory Anderson es el director del Instituto de Lenguas Vivas para los Idiomas en Peligro. Lleva años rescatando palabras. Y se ha tenido que emborrachar muchas veces para ello. "El mayor peligro de nuestro trabajo es negociar las diferentes bebidas alcohólicas locales que tenemos que beber para agradecer la hospitalidad, ya que ninguna es familiar para nosotros y el nivel de consumo suele ser alto", explica. "También nos enfrentamos a enjambres de mosquitos, inundaciones repentinas y burócratas irritantes".
Quizá algún día Anderson tenga que emborracharse con aguardiente de nueces en el Valle de Arán, en la provincia de Lleida. "Varias lenguas minoritarias en España están amenazadas o son vulnerables, o están en peligro de extinción a nivel local. Esto incluye el aragonés, el asturiano y el gascón del Valle de Arán, además del euskera en algunas zonas", opina Anderson. Su organización, de momento, no tiene planes para trabajar en España. Anderson trabaja codo con codo con David Harrison, profesor del Swarthmore College, una universidad privada en el estado de Pensilvania (EEUU). Para elaborar el audiodiccionario de tuvan, tuvo que aprender a cuidar de yaks, los enormes bueyes de las montañas de Asia Central. Así pudo documentar las palabras que los pueblos nómadas emplean para definir los colores de los animales.
En 2010, Harrison y Anderson descubrieron el koro, una lengua escondida durante siglos en unas aldeas aisladas en el noreste de India. Iban en busca de los últimos 10.000 hablantes del idioma aka y se encontraron con los 800 parlantes de una lengua que se parecía tanto al aka como el chino al castellano. "En India, con el pueblo Koro, tuve que comer alimentos tradicionales, como escarabajos, para poder aprender los nombres de todas las cosas de su entorno", recuerda Harrison.
El lingüista habla con pasión de su trabajo. Se maravilla ante las peculiaridades de cada idioma. El pueblo matukar de Papúa Nueva Guinea, detalla, tiene una manera muy especial de denominar a algunos animales. Reduplicación, llaman los lingüistas al procedimiento, por la repetición de una parte de la palabra. Así, llaman alili al ciempiés. Nini a la abeja. Muimui a la liendre del piojo. Seresere a un murciélago de la fruta. Y bakbak a un tipo de hormiga negra y marrón.
Harrison denuncia "la triste historia de represión de las lenguas en muchos países, incluidos EEUU y Canadá". El Ethnologue, la biblia de los idiomas del mundo, documenta estos dramas lingüísticos. En sus archivos, permanentemente actualizados, constan 473 lenguas clasificadas como "casi extintas". Muchas, unas 50, sólo cuentan con un hablante, así que ya han muerto. Los últimos parlantes de una lengua no pueden hablar con nadie. Es ese estado terminal se encuentran el bikya de Camerún, el lakondê de Brasil y el yámana de Chile, por ejemplo.
Europa también tiene sus lenguas moribundas. En Polonia, apenas 70 ancianos del pueblo de Wilamowice, con 2.800 habitantes en el sur del país, hablan el wymysorys. Hasta 1945 era el idioma principal de la aldea. Los comunistas lo prohibieron. Ahora casi todos se comunican en polaco. En Letonia, sólo 15 personas hablan liv. Y apenas 30 en Grecia continúan usando el hellenoromani, una lengua empleada por los gitanos que mezcla griego y romaní.
El lingüista británico David Crystal, autor del libro La muerte de las lenguas (editorial Cambridge University Press), lleva una década pidiendo "una ecología lingüística", un movimiento mundial que salve de la extinción a centenares de lenguas. Un WWF de los idiomas. El proyecto Voces Imperecederas, con 225.000 euros al año, empieza a serlo.
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