Noam Chomsky se ganó un pasaje a la posteridad en 1957. Tenía 29 años cuando publicó un ensayo clave de la lingüística moderna: Estructuras sintácticas. Hasta entonces, se solía pensar que el lenguaje humano se adquiría mediante el aprendizaje, pero Chomsky argumentó que existía un dispositivo cerebral innato, el "órgano del lenguaje", con el que los bebés aprendían a usar las palabras de forma casi instintiva. El lenguaje, en definitiva, se hereda. Chomsky se ganó unos cuantos enemigos; entre otros, lingüistas de escuelas rivales y... monos con ganas de aprender inglés.
'Proyecto Nim, documental dirigido por James Marsh |
En 1973, el profesor Herbert Terrace, especialista en psicología del comportamiento de la Universidad de Columbia, quiso demostrarle a Chomsky que el lenguaje se aprende. Lo hizo con la ayuda de un monito recién nacido rebautizado para la ocasión como, atención, Nim Chimpsky.
Terrace envío a Chimpsky a vivir a un piso neoyorquino con una pareja de estudiantes de psicología. Con todas las comodidades de un bebé humano: derecho a colecho, mimitos y libertad para jugar. Hasta que, en pleno proceso de aprendizaje, empezaron los problemas: escasez de fondos para el experimento, agotamiento de la familia adoptiva, etc. Chimpsky pasa de mano en mano hasta acabar otra vez entre monos y dar lugar a una gran paradoja: como un Victor de Aveyron invertido, Nim no logra adaptarse entre los suyos y prefiere la compañía humana.
El simio aprendió unas cien palabras con lengua de signos, pero el experimento no logró demostrar si lo suyo no era más que una simple imitación y repetición automática de lo que veía.
Las peripecias de Chimpsky llegaron en 2011 a Sundance en forma de documental: Proyecto Nim. La cinta de James Marsh comparte estructura dramática con el documental televisivo Genie, la niña salvaje (1994), sobre una niña californiana atada a una silla desde los 20 meses por un padre desequilibrado. Fue liberada a los 13 años. Estaba asalvajada.
Problemas para hablar
Al igual que Chimpsky, Genie fue cambiando de cuidadores (científicos, familias adoptivas) por causas diversas: líos económicos, rivalidades académicas, etc. El filme también reflexiona sobre Chomsky y las polémicas sobre el aprendizaje. Además de un posible retraso mental de nacimiento y del lógico trauma por su confinamiento, el drama de Genie era que quizás era tarde para que aprendiera un lenguaje: algunas teorías señalan que, a partir de cierta edad, quizás alrededor de la pubertad, el ser humano ya no puede desarrollar su capacidad para hablar. O al menos la tarea se hace muy complicada.
Pero es precisamente el fracaso de enseñar a hablar, la incapacidad de estos niños salvajes y monos para atravesar la frontera que separa a animales y humanos, lo que hace que estas historias sean, como parece pretender T. C. Boyle, desgarradoramente humanas.
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