Las similitudes entre las diferentes lenguas de la región nos hacen plantearnos la cuestión de un remoto pasado común.
Se trata de una familia que abarca varias de las lenguas habladas por los indígenas de esta zona que conforman el área cultural que conocemos como Mesoamérica. Las similitudes entre los diversos idiomas son, sobre todo, las referidas al orden sintáctico y a los rasgos fonológicos, léxicos y etnolingüísticos detectados entre los pueblos de la región. Esto es así aun cuando en la zona existen un gran número de grupos idiomáticos, como el uto-azteca, el totonaca, el otomangueano de los zapotecas y el maya o yucateco, todos ellos divididos, a su vez, en una múltiple variedad de idiomas y dialectos.
Un poco de historia
Todo comenzó en 1959, cuando algunos investigadores se dieron cuenta de las muchas similitudes existentes entre los diversos idiomas mesoamericanos. Sin embargo, la idea no cuajó hasta 1986, año en que Terrence Kaufman, Thomas Smith-Stark y Lyle Campbell emplearon un complicado sistema de análisis con el que demostraron los muchos parecidos entre las lenguas indígenas de Mesoamérica y que, por lo tanto, ésto no podía pasarse por alto y era necesario concluir que los principios de este hecho fueron causados por la difusión y no por la casualidad. Esta difusión es el principal criterio para definir un área lingüística.
En sus artículos científicos, los autores arriba indicados estudiaron infinidad de rasgos propuestos y descartaron bastantes por encontrarlos poco sustentados. Sin embargo, consiguieron demostrar que cinco rasgos característicos estaban lo suficientemente difundidos entre varios idiomas, en una zona que coincidía con la mesoamericana y que tenían su origen en los fenómenos de difusión. Compararon estas características con las de otras áreas lingüísticas ya bien definidas, como la de Asia Oiental o Los Balcanes, y concluyeron que Mesoamérica podría ser considerada entre las áreas lingüísticas que mejor han podido conocerse.
Rasgos definitorios del área
Uno de los rasgos principales es el de la posesión nominal, es decir, en lugar de decir “el perro del hombre” se dice “su perro el hombre”. Esta construcción es idéntica en idioma quiché (maya) y en el náhuatl de los aztecas.
Otros rasgos comunes son el uso de sustantivos relacionales que hacen un papel similar al de las preposiciones en las lenguas indoeuropeas, la ausencia de verbos al final de la oración, el sistema vigesimal de numeración y la construcción de términos a partir de la unión de palabras que nada tienen que ver la una con la otra.
Por ejemplo:
Oro: dios-excremento.
Huevo: pájaro-piedra.
Hemos visto algunas relaciones entre lenguajes mayas y uto-aztecas. Si recordamos que los idiomas uto-aztecas provienen del atapascano canadiense tendremos que convenir de nuevo en que todos los indios llegaron del Norte.
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