El jueves 15 se exhibió el documental “Alfredo Torero: cuatro estaciones de un hombre total”, del cineasta Federico García en el auditorio del Centro Cultural de San Marcos (Casona), ubicado en el Parque Universitario, en conmemoración al 81 aniversario de su nacimiento. El trabajo resalta la profusa labor del maestro Torero y hace un balance de la significancia histórica de su vida y obra.
A lo largo de la cinta los investigadores y académicos entrevistados ofrecen su valioso testimonio sobre las cualidades científicas y virtudes personales.
Alfredo Torero dedicó cerca de 40 años al estudio del quechua. Fue uno de los iniciadores de los estudios en lingüística andina con su artículo “Los dialectos quechuas” publicado en 1964. Su enfoque no solo era académico, sino también cultural.
Torero Fernández de Córdova nació el 10 de setiembre de 1930, en Huacho, departamento de Lima. Realizó estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, obtuvo los grados de Licenciado en Letras y Doctor en Lingüística por la Universidad de París (Sorbona). Ha sido un destacado docente e investigador lingüístico, reconocido fuera y dentro del país.
En la UNMSM, fue vicerrector administrativo (1985-1990); director del Instituto de Investigación Lingüística, Literatura y Comunicación Social (1977-1980), jefe del Departamento de Sociología (1968-1972); y nombrado profesor emérito de esta casa de estudios. En la Universidad Nacional Agraria La Molina, fue director de la Maestría de Comunicación Social (1969-1972).
Tuvo una vasta producción. Una de sus obras fundamentales es El quechua y la historia social andina (1974). El último de sus trabajos fue Idioma de los andes: lingüística e historia (2002).
El maestro Torero fue un hombre de su tiempo que vivió fiel a sus convicciones y comprometido con el cambio social. Fue vicerrector administrativo de la Universidad de San Marcos y presidente de la Comisión Permanente de Derechos Humanos de la misma universidad.
Detenido en 1990, las torturas a las que fue sometido le produjeron con el tiempo la pérdida de la visión. Una vez liberado por gestión de amigos y colegas universitarios, fue víctima de un atentado, que lo obligó a salir del país en condición de asilado político de la dictadura fujimorista con rumbo a Holanda.
Falleció en la ciudad de Valencia el 19 de junio de 2004. Sus restos reposan en el cementerio de Huacho, en cuya losa se ha grabado el siguiente epitafio:
“Me llevo como herencia de niño
un aroma de diamela
y el redoble de las olas
por la higuera protegidos
Os dejo al desguazar mi destino
la resaca del mañana
y el temblor de antiguas voces
en idiomas revividos”.
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