Un proyecto lingüístico llevado a cabo en Estados Unidos trabaja en la elaboración de una base de datos del idioma yuracaré para documentarlo, con el objetivo de servir de herramienta académica o social. El proyecto, de la Universidad de Búfalo (Nueva York), trabaja enlazado con el Laboratorio de Lingüística del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la Universidad Autónoma de México (UNAM) que también compila en archivo digital lenguas indígenas de Centroamérica que corren peligro de desaparecer. El yuracaré, según los investigadores, es un idioma que se halla en peligro debido a la escasa cantidad de gente que lo habla. Los yuracarés habitan en la parte amazónica de Cochabamba y Beni.
Según datos del Observatorio Virtual del Idioma, el proyecto DoBes-Yurakaré busca proporcionar una base de datos del idioma yuracaré que responda a las necesidades de los propios hablantes y sus representantes políticos, de pedagogos responsables de material escolar, Organismos no Gubernamentales, lingüistas y de antropólogos, también para que cumpla funciones varias, ya sean o no académicas.
Lengua en peligro
El proyecto no solo documenta el idioma lingüísticamente, sino que también incorpora datos de contexto, testimonios, ilustraciones de prácticas cotidianas, discursos de los mismos yuracaré sobre su propia situación y los retos que deben enfrentar actualmente. Así, la herramienta muestra un panorama amplio de la vivencia de ese grupo étnico.
Los investigadores describen al yuracaré como un idioma no clasificado. Puesto que el español se usa como “idioma de contacto” entre los grupos indígenas de lengua diferente, lenguas como el yuracaré corren riesgo desaparecer. El proyecto cita que, en muchos casos, la generación más joven de yuracarés tiene solo un conocimiento pasivo, a veces incluso débil, del idioma y no pueden hablarlo. En el rango de edad de los 20 y 30 años, la tendencia es también a usar el español más que el yuracaré, incluso entre personas que todavía podrían hablarlo con fluidez.
Cuando comenzó el proyecto (en 2008), se señalaba que existían unos 2.500 hablantes; pero cifras actuales reducen esa cantidad a unos 1.500.
Santo Domingo, Oromono, Limo y La Misión fueron los lugares en los que el proyecto señala haber comenzado su primera fase.
Proceso de investigación
El proceso de recopilación incluye trabajo de campo de entre 15 días a varios meses, señala un boletín del IIA de la UNAM. Los investigadores rastrean a hablantes fluidos, graban sus conversaciones y logran recuperar “mitos, historias personales y del pueblo, nombres de lugares, de plantas y animales, con la idea de tener la lengua en contexto y uso”, señala el texto. Después se hace una transcripción fonética u ortográfica, según sea el caso.
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